Concierto de Thunderbolts (Granada 26-01-2007)
Nieve, bombas y truenos (El Tren, Granada, 26/01/2007)
El viernes hacía un frío que pelaba. Cuando nieva y encima los exámenes le soplan la nuca al estudiante de turno, es comprensible que uno opte por el calor del hogar. Digo esto para razonar la escasa asistencia a la sala El Tren (no muy céntrica, además), porque, en verdad, los conciertos granadinos tienen tres amplios sectores de público: músicos, periodistas y universitarios. En muchos casos, hay quien reúne todas esas condiciones. Pero en la cita con el súper-combo madrileñoneoyorquino faltó mucho de los terceros. No había ni que quitarse el abrigo, algo de vital necesidad en ocasiones normales.
Abrió Luís Rikardo Borrikero, que, con sus 'amigos farfollas', fue el amo y señor del escenario durante una hora. Parece mentira pero el telonero sí que congregó a su selecto club de fans, seguidores que se saben al dedillo sus letras macarras. Borrikero es bien conocido en la provincia, donde lleva más de una década dando guerra con actitud punkie, rock callejero de escuela madrileña y rasposa poesía urbana.
Por otro lado, los Thunderbolts reunían todos los componentes para arrasar como un huracán. Un grupo de colegas, ídolos y leyendas. Con lo mejor de cada casa, ahí estaban los hermanos Miguel (voz) y Fernando Pardo (guitarra), escuderos de la banda de rock más internacional del underground español: Sex Museum. Con Juancho Bummer, que también es el bajista habitual de Paul Collins, convertido en pieza de engranaje de la pandilla malasañera. Y con el punto intercontinental del megaguitarrista Ross The Boss y del batería J.P. Patterson (¡el tío iba con camiseta de tirantes y bermudas!), los dos fundadores de Dictators y base de la etapa ochentera de Manowar. Hard rock a raudales sobre las tablas.
Se juntaron casi sin darse cuenta para rendir tributo a Thin Lizzy y sus horas en el estudio se prolongaron más de la cuenta. Cuidado, que estos melenudos de más de cuarenta tacos tienen poco de coña semi-privada. Poseen todas las papeletas para asentarse entre las bandas de referencia en los próximos años. Por lo pronto, su disco presenta un repertorio impecable, con unas composiciones a la altura del mismísimo Andy Shernoff.
Semejante expediente permitió bordar un listado de canciones de gran altura en los parámetros de los setenta y ochenta. No olvidaron de dónde vienen: en la primera tanda podían reconocerse viejas grabaciones de Manitoba’s Wild Kingdom, Manowar y, por supuesto, Dictators. Más cerca del rock duro que del heavy, Ross The Boss concentró todos los objetivos fotográficos como la estrella que es. Y ya conocía la sala porque en 2003 paseó su gloriosa eléctrica en El Tren con los Dictators. Ahora, el conjunto Thunderbolts encaja a la perfección. La voz de Miguel Pardo sonó incluso mejor que en los álbumes. Fernando Pardo se mantuvo en un segundo plano con su crujiente guitarra rítmica y se marcó algún duelo con Ross The Boss de esos que flipan al personal.
Entre otras, tocaron Kings of metal, Who will save rock and roll?, la imperecedera Stay with me, la juguetona Let’s go, y un final apoteósico recordando a los de Phil Lynott, verdadero responsable del fenómeno Thunderbolts: se dejaron para el cierre The boys are back in town y Jailbreak. La mejor receta contra el frío.
Eduardo Tébar
El viernes hacía un frío que pelaba. Cuando nieva y encima los exámenes le soplan la nuca al estudiante de turno, es comprensible que uno opte por el calor del hogar. Digo esto para razonar la escasa asistencia a la sala El Tren (no muy céntrica, además), porque, en verdad, los conciertos granadinos tienen tres amplios sectores de público: músicos, periodistas y universitarios. En muchos casos, hay quien reúne todas esas condiciones. Pero en la cita con el súper-combo madrileñoneoyorquino faltó mucho de los terceros. No había ni que quitarse el abrigo, algo de vital necesidad en ocasiones normales.
Abrió Luís Rikardo Borrikero, que, con sus 'amigos farfollas', fue el amo y señor del escenario durante una hora. Parece mentira pero el telonero sí que congregó a su selecto club de fans, seguidores que se saben al dedillo sus letras macarras. Borrikero es bien conocido en la provincia, donde lleva más de una década dando guerra con actitud punkie, rock callejero de escuela madrileña y rasposa poesía urbana.
Por otro lado, los Thunderbolts reunían todos los componentes para arrasar como un huracán. Un grupo de colegas, ídolos y leyendas. Con lo mejor de cada casa, ahí estaban los hermanos Miguel (voz) y Fernando Pardo (guitarra), escuderos de la banda de rock más internacional del underground español: Sex Museum. Con Juancho Bummer, que también es el bajista habitual de Paul Collins, convertido en pieza de engranaje de la pandilla malasañera. Y con el punto intercontinental del megaguitarrista Ross The Boss y del batería J.P. Patterson (¡el tío iba con camiseta de tirantes y bermudas!), los dos fundadores de Dictators y base de la etapa ochentera de Manowar. Hard rock a raudales sobre las tablas.
Se juntaron casi sin darse cuenta para rendir tributo a Thin Lizzy y sus horas en el estudio se prolongaron más de la cuenta. Cuidado, que estos melenudos de más de cuarenta tacos tienen poco de coña semi-privada. Poseen todas las papeletas para asentarse entre las bandas de referencia en los próximos años. Por lo pronto, su disco presenta un repertorio impecable, con unas composiciones a la altura del mismísimo Andy Shernoff.
Semejante expediente permitió bordar un listado de canciones de gran altura en los parámetros de los setenta y ochenta. No olvidaron de dónde vienen: en la primera tanda podían reconocerse viejas grabaciones de Manitoba’s Wild Kingdom, Manowar y, por supuesto, Dictators. Más cerca del rock duro que del heavy, Ross The Boss concentró todos los objetivos fotográficos como la estrella que es. Y ya conocía la sala porque en 2003 paseó su gloriosa eléctrica en El Tren con los Dictators. Ahora, el conjunto Thunderbolts encaja a la perfección. La voz de Miguel Pardo sonó incluso mejor que en los álbumes. Fernando Pardo se mantuvo en un segundo plano con su crujiente guitarra rítmica y se marcó algún duelo con Ross The Boss de esos que flipan al personal.
Entre otras, tocaron Kings of metal, Who will save rock and roll?, la imperecedera Stay with me, la juguetona Let’s go, y un final apoteósico recordando a los de Phil Lynott, verdadero responsable del fenómeno Thunderbolts: se dejaron para el cierre The boys are back in town y Jailbreak. La mejor receta contra el frío.
Eduardo Tébar
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