viernes, enero 25, 2008

Yo quisiera ser un perro. Poesía completa 1991-2007 (Javier Corcobado) 2007

Al mismo tiempo que lanza un recopilatorio musical (‘Canciones insolubles’) implicándose en la selección de los temas, Javier Corcobado reúne toda su creación poética en un volumen suculento de más de cuatrocientas páginas. ‘Yo quisiera ser un perro’ incluye material buscadísimo por los seguidores y absolutamente imposible de encontrar en las librerías hasta ahora. Dos libros añejos, ‘Chatarra de sangre y cielo’ (1991) y ‘El sudor de la pistola 13’ (1993), sumados a tres poemarios inéditos: ‘Edad sol’ (1996), ‘Perpetuo viaje sin hogar’ (2002) y ‘Poemas de Almería’ (2007). A pesar de la borrachera de ideas que empapan las páginas, no están todos los que son: Corcobado escribe una poesía diaria. Muchas permanecen traspapeladas en su casa.

La novedad para los lectores procedentes del Corcobado músico estará en redescubrir numerosos textos que nacieron en forma de poema y acabaron insertados en canciones. ‘Chatarra de sangre y cielo’ coincidió en el tiempo con el disco ‘Tormenta de tormento’, y el autor, “en el encuentro de la juventud con el terror de la vida, de la muerte, del humor y del amor”, presentó ambas obras en una tienda de tatuajes de Valencia. Una ceremonia tan escatológica como sus versos. “Mientras me tatuaban la ilustración de la portada en el hombro derecho, yo iba leyendo los poemas con un micrófono al público asistente, hasta que quedé exhausto”.

Corcobado asume la elaboración de poemas como un acto fisiológico. Es el escudo vital de un personaje inquieto, resbaladizo en su incontinencia imaginativa y verbal. Recita y chilla en el centro de Madrid, en el D.F. mexicano, en el desierto almeriense. La lectura sugiere la voz del vocalista irritante, asilvestrado, anafórico y ruidista de sus álbumes, pero con los golpes de genialidad ingenua propios de los grandes. Corcobado fija su mirada en las pequeñas cosas y extrae una visión de costumbrismo fantástico y sórdido del mundo. Ahí mata. No escapa de la épica gastada del suicida que nunca muere. Del tríptico de drogas, alcohol y sexo como vía de escape de una existencia que hace pupa. La belleza del filo de la navaja, ‘Las flores del mal’… Cierto. Pero en la última composición del tomo concluye esta lindeza: “Tu amor es la mejor excusa para seguir viviendo”. Para que digan.

Eduardo Tébar