Concierto de Yann Tiersen (Granada 03/03/2007)
Eclipse ‘Tiersen’ (Sala Industrial Copera, Granada, 03/03/2007)
Noche de luna llena y de eclipse en Granada. Noche con más calor de la cuenta y con ecos poéticos en las melodías de un francés rubicundo, juvenil y tímido de 36 años. Bajo ese “nimbo divino de plata”, que hubiese descrito Juan Ramón Jiménez, algo mágico pasaba.
La primera toma de contacto del músico multidisciplinar con el público granadino no pudo ser más apoteósica. Cinco días antes del concierto en la sala más grande de la ciudad, la Industrial Copera, se habían agotado todas las entradas. Algunos esperanzados acudieron a las inmediaciones del recinto con la fe depositada en el mercado subsidiario de la reventa. Con y sin ‘ticket’, todos se unieron en una cola kilométrica, escasamente iluminada por el fenómeno lunar, que convocaba a gentes de todas partes y de toda índole. ¿Qué tendrá la música de este franchute que gusta a nietas y abuelas?
Probablemente la profunda belleza de sus composiciones. Delicadas, sensibles, embriagadoras. Su papel de autor en las bandas sonoras de ‘Good bye Lennin!’ y, sobre todo, ‘Amélie’, le ha popularizado en sectores del extrarradio independiente. Conecta con un amplio abanico de personas que se declaran simpatizantes de sus portátiles orquestas emocionales.
Pero los menos introducidos en su discografía se llevaron una sorpresa. Yann Tiersen está harto de ser ese chico triste que toca pianos, acordeones y violines. El melancólico dibujante de postales sonoras se ha tomado un descanso para dejar paso un roquero con unas ansias rabiosas de comunicar. “El rock es la música con la que me he identificado desde que era adolescente”, contaba a los medios. Su formación dual, entre el conservatorio y las salas del circuito ‘underground’ parisino, le permite colgarse la guitarra eléctrica y pegarle hachazos con el mismo virtuosismo que pone en su piano académico.
Limpieza y sordidez. Refinamiento y desinhibición. La Europa de los Tiersen o Neil Hannon parece empeñada en asumir un legado doble. Se nota que el galo viene de un país con una tradición inmensa para la élite del pop y del rock n’ roll abierto a nuevas posibilidades, desde Boris Vian, Eddy Mitchell, Johnny Hallyday y un largo etcétera.
Guitarra al hombro
El francés se trajo una banda esencial de guitarras, bajo, teclados y batería. Con ella reinventó sus canciones más famosas adaptándolas a la clave rock. A veces psicodélico (las ondas Martenot de Chritine Ott protagonizaron gran parte del espectáculo) y otras cerca del punk-rock ‘nuevaolero’.
Yann Tiersen tiene la formación roquera que siempre soñó, contagiada de sus excentricidades, y con ella se atreve a cantar con más soltura. Mientras, Marc Sens saca sonidos rarísimos para lo que suele salir de una guitarra eléctrica, que además toca con arco (en Granada, incluso con ¡un globo!, que le lanzó alguien de las primeras filas), como Eddie Phillips (guitarrista de The Creation) antes de que Jimmy Page le quitara la patente.
Tiersen ofreció las versiones más crudas de ‘Bagatelle’ y ‘Monochrome’, en su día grabadas con la voz de Dominique A. Cogió el violín en contadas ocasiones para tocar clásicos de su repertorio, con movimientos de cintura de lo más lascivos, como ‘La crise’, ‘Le quartier’ o ‘Sur le fil’. Por supuesto, una poco reconocible construcción de ‘La valse D’Amélie’, y el obsequio de un nuevo tema, ‘La rade’, de genuino pop francés que le aproxima a sus cantautores contemporáneos, tipo Dominique A, tipo Benjamin Biolay. Porque Yann Tiersen se ha cansado de ser especial y quiere parecerse a todos.
Eduardo Tébar
Noche de luna llena y de eclipse en Granada. Noche con más calor de la cuenta y con ecos poéticos en las melodías de un francés rubicundo, juvenil y tímido de 36 años. Bajo ese “nimbo divino de plata”, que hubiese descrito Juan Ramón Jiménez, algo mágico pasaba.
La primera toma de contacto del músico multidisciplinar con el público granadino no pudo ser más apoteósica. Cinco días antes del concierto en la sala más grande de la ciudad, la Industrial Copera, se habían agotado todas las entradas. Algunos esperanzados acudieron a las inmediaciones del recinto con la fe depositada en el mercado subsidiario de la reventa. Con y sin ‘ticket’, todos se unieron en una cola kilométrica, escasamente iluminada por el fenómeno lunar, que convocaba a gentes de todas partes y de toda índole. ¿Qué tendrá la música de este franchute que gusta a nietas y abuelas?
Probablemente la profunda belleza de sus composiciones. Delicadas, sensibles, embriagadoras. Su papel de autor en las bandas sonoras de ‘Good bye Lennin!’ y, sobre todo, ‘Amélie’, le ha popularizado en sectores del extrarradio independiente. Conecta con un amplio abanico de personas que se declaran simpatizantes de sus portátiles orquestas emocionales.
Pero los menos introducidos en su discografía se llevaron una sorpresa. Yann Tiersen está harto de ser ese chico triste que toca pianos, acordeones y violines. El melancólico dibujante de postales sonoras se ha tomado un descanso para dejar paso un roquero con unas ansias rabiosas de comunicar. “El rock es la música con la que me he identificado desde que era adolescente”, contaba a los medios. Su formación dual, entre el conservatorio y las salas del circuito ‘underground’ parisino, le permite colgarse la guitarra eléctrica y pegarle hachazos con el mismo virtuosismo que pone en su piano académico.
Limpieza y sordidez. Refinamiento y desinhibición. La Europa de los Tiersen o Neil Hannon parece empeñada en asumir un legado doble. Se nota que el galo viene de un país con una tradición inmensa para la élite del pop y del rock n’ roll abierto a nuevas posibilidades, desde Boris Vian, Eddy Mitchell, Johnny Hallyday y un largo etcétera.
Guitarra al hombro
El francés se trajo una banda esencial de guitarras, bajo, teclados y batería. Con ella reinventó sus canciones más famosas adaptándolas a la clave rock. A veces psicodélico (las ondas Martenot de Chritine Ott protagonizaron gran parte del espectáculo) y otras cerca del punk-rock ‘nuevaolero’.
Yann Tiersen tiene la formación roquera que siempre soñó, contagiada de sus excentricidades, y con ella se atreve a cantar con más soltura. Mientras, Marc Sens saca sonidos rarísimos para lo que suele salir de una guitarra eléctrica, que además toca con arco (en Granada, incluso con ¡un globo!, que le lanzó alguien de las primeras filas), como Eddie Phillips (guitarrista de The Creation) antes de que Jimmy Page le quitara la patente.
Tiersen ofreció las versiones más crudas de ‘Bagatelle’ y ‘Monochrome’, en su día grabadas con la voz de Dominique A. Cogió el violín en contadas ocasiones para tocar clásicos de su repertorio, con movimientos de cintura de lo más lascivos, como ‘La crise’, ‘Le quartier’ o ‘Sur le fil’. Por supuesto, una poco reconocible construcción de ‘La valse D’Amélie’, y el obsequio de un nuevo tema, ‘La rade’, de genuino pop francés que le aproxima a sus cantautores contemporáneos, tipo Dominique A, tipo Benjamin Biolay. Porque Yann Tiersen se ha cansado de ser especial y quiere parecerse a todos.
Eduardo Tébar
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