sábado, junio 04, 2005

Cruce de caminos


Hay veces en la vida que te encuentras con personas que te marcan para siempre. Personas que te cambian tu forma de ser y tu estilo de vida, incluso tus gustos y costumbres, probablemente esto último más habitualmente. No es necesario decir que hoy en día, en este 2005, es muy difícil encontrar a esas personas y en muy pocas ocasiones éstas te son cercanas.

Es por eso que en esta sociedad los valores, los buenos valores (aquellos que no discurren en el tiempo, sino que lo sobrevuelan) se pierden, se dejan olvidar deliberadamente, inducidos e imbuidos por la magia salvaje de la televisión y la música.

Las buenas letras, las buenas músicas y las buenas imágenes quedan para unos pocos, ¿locos o iluminados? Aquellos que han tenido la suerte de cruzarse con uno de estos personajes misteriosos que marcan tu existencia y suponen el despegue de tu desarrollo personal.

La sociedad hoy en día promueve el latifundismo individual, es decir, la cultura productiva de masas, sin ser minimalista, ni individualista, ni moral, ni crítica, ni productiva…eso sí, altamente conformista. Ejemplo de ello son los gustos generalizados, las modas mundiales y el analfabetismo cultural intencionado.

Lectores de propaganda, escritores de post-it o directores-fotógrafos telefónicos, son quienes retratan la vida actual. El arte parece desvanecerse y decaer.

Sería una gran suerte que un personaje, que nunca recordase más allá de un momento fugaz, me desvelase la meta del ser, de uno mismo. Se hace necesaria ya la presencia de mitos libertarios, con autoridad moral para reivindicar la supervivencia del hombre, frente al automatismo del ser futuro.

Necesitamos revolución o involución, pero un dinamismo progresivo que no estanque el movimiento natural del ser humano, hacia delante. Quisiera alertar, por último, del peligro incipiente que se produce y fermenta en las bases de nuestro pueblo. El peligro de la pasividad, de la pereza, que enquista el motor del desarrollo y que prende fuego a una buena razón de existir. El ansia de aprender.

Hugo Nuño